La magia de la vida. Un amigo, tiempo sin vernos, vive en otro lugar del mundo, la alegría del encuentro nos envolvió en horas de conversaciones extensas e intensas, charlas, expresiones sobre nuestras vidas, escuchas atentas, reflexiones sobre nosotros, sobre nuestra evolución como seres, un momento precioso.
En estos días recibo un correo de él, me cuenta. Te dedico este ahora amiga, - Alguien siempre te abre algún camino, te deja una semilla- , quiero darte las gracias por ser una mujer comprometida, atrevida y valiente, por tu amor, por tu opinión sincera. El poder curativo y liberador de la verdad…ya voy entendiendo algo… que a esas charlas hay que prestarles atención, que la verdad es afilada pero si las palabras se usan con generosidad son maestras para la vida. Como tu amiga.
Y yo te contesto.
Lo hablado, lo que va, vuelve, y con “creces”, es un momento para estar conscientes de lo que nos sucede, hay que usar lo que ya hemos experimentado y seguir el camino de la vida con alegría, con amor hacerlo por uno mismo y por el universo. Gracias a ti también por tu generosidad por compartir conmigo lo que te sucede y querer que lo publique.
Un hasta siempre, amigo un abrazo.
Elogio de la Mujer Brava
Estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas.
A los hombres machistas, que somos como el 96 por ciento de la población masculina, nos molestan las mujeres de carácter áspero, duro, decidido. Tenemos palabras denigrantes para designarlas: arpías, brujas, viejas, traumadas, solteronas, amargadas, marimachas, etc. En realidad, les tenemos miedo y no vemos la hora de hacerles pagar muy caro su desafío al poder masculino que hasta hace poco habíamos detentado sin cuestionamientos. A esos machistas incorregibles que somos, machistas ancestrales por cultura y por herencia, nos molestan instintivamente esas fieras que en vez de someterse a nuestra voluntad, atacan y se defienden.
La hembra con la que soñamos, un sueño moldeado por siglos de prepotencia y por genes de bestias (todavía infrahumanos), consiste en una pareja joven y mansa, dulce y sumisa, siempre con una sonrisa de condescendencia en la boca. Una mujer bonita que no discuta, que sea simpática y diga frases amables, que jamás reclame, que abra la boca solamente para ser correcta, elogiar nuestros actos y celebrarnos bobadas. Que use las manos para la caricia, para tener la casa impecable, hacer buenos platos, servir bien los tragos y acomodar las flores en floreros. Este ideal, que las revistas de moda nos confirman, puede identificarse con una especie de modelito de las que salen por televisión, al final de los noticieros, siempre a un milímetro de quedar en bola, con curvas increíbles (te mandan besos y abrazos, aunque no te conozcan), siempre a tu entera disposición, en apariencia como si nos dijeran “no más usted me avisa y yo le abro las piernas”, siempre como dispuestas a un vertiginoso desahogo de líquidos seminales, entre gritos ridículos del hombre (no de ellas, que requieren más tiempo y se quedan a medias).
A los machistas jóvenes y viejos nos ponen en jaque estas nuevas mujeres, las mujeres de verdad, las que no se someten y protestan y por eso seguimos soñando, más bien, con jovencitas perfectas que lo den fácil y no pongan problema. Porque estas mujeres nuevas exigen, piden, dan, se meten, regañan, contradicen, hablan y sólo se desnudan si les da la gana. Estas mujeres nuevas no se dejan dar órdenes, ni podemos dejarlas plantadas, o tiradas, o arrinconadas, en silencio y de ser posible en roles subordinados y en puestos subalternos. Las mujeres nuevas estudian más, saben más, tienen más disciplina, más iniciativa y quizá por eso mismo les queda más difícil conseguir pareja, pues todos los machistas les tememos.
Pero estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. Ni siquiera tenemos que mantenerlas, pues ellas no lo permitirían porque saben que ese fue siempre el origen de nuestro dominio. Ellas ya no se dejan mantener, que es otra manera de comprarlas, porque saben que ahí -y en la fuerza bruta- ha radicado el poder de nosotros los machos durante milenios. Si las llegamos a conocer, si logramos soportar que nos corrijan, que nos refuten las ideas, nos señalen los errores que no queremos ver y nos desinflen la vanidad a punta de alfileres, nos daremos cuenta de que esa nueva paridad es agradable, porque vuelve posible una relación entre iguales, en la que nadie manda ni es mandado. Como trabajan tanto como nosotros (o más) entonces ellas también se declaran hartas por la noche y de mal humor, y lo más grave, sin ganas de cocinar. Al principio nos dará rabia, ya no las veremos tan buenas y abnegadas como nuestras santas madres, pero son mejores, precisamente porque son menos santas (las santas santifican) y tienen todo el derecho de no serlo.
Envejecen, como nosotros, y ya no tienen piel ni senos de veinteañeras (mirémonos el pecho también nosotros y los pies, las mejillas, los poquísimos pelos), las hormonas les dan ciclos de euforia y mal genio, pero son sabias para vivir y para amar y si alguna vez en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada para ser más felices, ellas te lo darán, no las peladitas de piel y tetas perfectas, aunque estas sean la delicia con la que soñamos, un sueño que cuando se realiza ya ni sabemos qué hacer con todo eso.
Los varones machistas, somos animalitos todavía y es inútil pedir que dejemos de mirar a las muchachitas perfectas.. Los ojos se nos van tras ellas, tras las curvas, porque llevamos por dentro un programa tozudo que hacia allá nos impulsa, como autómatas. Pero si logramos usar también esa herencia reciente, el córtex cerebral, si somos más sensatos y racionales, si nos volvemos más humanos y menos primitivos, nos daremos cuenta de que esas mujeres nuevas, esas mujeres bravas que exigen, trabajan, producen, joden y protestan, son las más desafiantes y por eso mismo las más estimulantes, las más entretenidas, las únicas con quienes se puede establecer una relación duradera, porque está basada en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados seguidos de tristeza. Esas mujeres nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo que vale la pena, sed de vida larga y de conocimiento.
Vamos hombres, por esas mujeres bravas!!!!!!!!!!
Héctor Abad nació en Colombia en 1958 y se recibió en Literatura moderna en Italia. Regresa a Colombia en 1987 cuando un grupo paramilitar asesina a su padre (médico y defensor de derechos humanos y fundador de la actual facultad de medicina), pero vuelve a Italia por amenazas recibidas. Retorna a Colombia en 1993 y en la actualidad reside en Bogotá.
4 comentarios:
Es una entrada un poco larga, es un regalo hermoso, un acto de gratutud de ambos.
Abrazos para tod@s.
Bonito, autentico y con piel. Estupendo. Blue
Interesante, de acuerdo, yo tambien crezco contigo, las semillas que vas depositando van floreciendo.
Gracias querida dama por ser tan generosa y adornarnos la vida de hermosura.
Pera ti mi abrazo.
Me prestó mucho volver a ver tus alicatados de expresiones, tu cocina, con ese olor a canela sugerente y transportador, bueno mejor dicho me gusta tu persona, tu alma, eres de esos seres que tienen una capacidad natural especial para la paz, para el amor, un valioso corazón el tuyo, es más creo que para todo lo que te propongas, tienes unas actitudes y una sensibilidad hermosísimas para atender, escuchar, considerar y cuidar a los demás. Gracias querida amiga, por este post de ida y vuelta. Hasta siempre, cuídate abrazos y besos desde lejos.
Max totalmente de acuerdo contigo.
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